Sexo y diálogo. Ambos conceptos hacen
referencia a un acto de comunicación a través del cual se conoce algo nuevo,
algo diferente, algo más de lo que uno puede descubrir por sí mismo. El sexo es
una inmejorable vía de descubrimiento en pareja.
El diálogo es una de las más potentes
herramientas del ser humano, el sexo también. Está claramente reconocido que el
sexo tiene efectos muy beneficiosos para la salud: es bueno para el corazón,
para el sistema inmune, para la piel, disminuye la ansiedad, disminuye el
estrés… Sin embargo, a veces este bálsamo de fierabrás se malentiende, como se
malentiende el diálogo.
El sexo y el Monólogo
El sexo y el Monólogo
Cuando el amor es un deporte, se
trivializa este diálogo de pareja. Claro que practicar sexo como se practica un
deporte no tiene por qué ser necesariamente malo, y es, por supuesto, una
elección muy respetable. Pero a veces, no conocer o reconocer que el sexo
también conlleva una gran implicación personal, psicológica y emocional, puede
empujar a elegir una opción arriesgada que, con alta probabilidad, acabará
siendo perjudicial para la salud psicológica de alguien. Dejamos pues abierta
la pregunta,”cuando hablamos de sexo sin implicaciones, ¿lo entienden por igual
las dos partes?”
Si definimos el sexo como una excelente forma
de comunicación, esta opción lo despoja de su cualidad comunicativa, y nos
quedamos pues con sus ventajas físicas. Finalmente parece que estas ventajas
físicas no siempre acaban compensando, probablemente porque las relaciones
sexuales por si solas no proporcionan estabilidad emocional.
El sexo y la Súplica
No pocas veces acuden a consulta
parejas que relatan haber recurrido al sexo como medio para salvar la relación.
Tampoco es algo tan extraño; la pregunta es, ¿y por qué esto no funciona? El
interés en el aprendizaje de nuevas técnicas amatorias es sin duda un camino
que nos permite descubrirnos, descubrir nuestra pareja, dar vida al sexo,
crear, experimentar, gozar, sentir,… Cuando el objetivo de este aprendizaje es
resolver la problemática de pareja, aquello destinado a sostener el cultivo de
la sexualidad se acaba convirtiendo en una obligación para alcanzar una meta. Y
por ende, pasamos del placer a la esclavitud. Por supuesto ninguna práctica sexual,
por idílica que pueda ser, puede arreglar una mala relación. Cuando se
instrumenta el sexo, finalmente parece que no sólo no se consigue lo
pretendido, sino que se suele acabar, además, con rechazo hacia el sexo.
Otro ejemplo es acceder, por la
insistencia de la pareja, a prácticas de relaciones “abiertas”. Esta falsa conquista por parte del promotor, en
la mayoría de los casos suele derivar en graves conflictos personales, cuando
la aceptación de esta práctica se tomó sin valorar bien todas las
implicaciones.
El sexo y el Sermón
Hay ocasiones donde hay un miembro en
la pareja que parece tener muy claro lo que sí y lo que no es correcto,
respecto a la práctica del sexo. Además, debido a diferentes experiencias, expectativas
y diferencias individuales, la pareja acepta este supuesto como verdadero. Esto
es un campo de cultivo de exigencias, obligaciones y cumplimientos. Estamos
ante el mandato, donde las cosas son de una determinada manera. En este caso,
el sexo como diálogo no se explora, ni se comparte, ni se pregunta, sino que parece
ser y estar determinado.
Con el tiempo suele suceder que este
tipo de diálogo no acaba ni en el encuentro ni en la satisfacción, ni para el solicitante
ni para el proveedor.
El sexo y la Declaración de independencia
No son pocos los casos donde cuando no
existe un encuentro satisfactorio en el terreno sexual, se atribuye fríamente
la responsabilidad en forma de culpa y/o problema a un determinado miembro,
muchas veces acompañado con alguna determinada etiqueta. Ejemplos de esto son
las verbalizaciones del tipo: “Yo no puedo hacer nada si tú eres frígida”, o
“El problema es que eres un eyaculador precoz”. Además de todas las
connotaciones negativas que implican estas etiquetas, nada queda más lejos de
la realidad. Si practicamos sexo con otra persona, la responsabilidad es de los
dos y no cosa de uno o de otro; atañe a ambos.
Sexo y Diálogo
Para un buen diálogo, igual que para un buen sexo es importante
tener verdadero interés, preguntar, saber escuchar, saber entender, saber
acoger lo que recibimos y devolverlo, saber expresarnos.
El monólogo, la súplica, el mandato, el
sermón, puede convertirse en una vía de reafirmarse, de conquista personal, de
desahogo, pero este no diálogo probablemente se acabe convirtiendo en una
obsesión, esclavitud o fuente de sufrimiento.
Para que el diálogo sea duradero,
cuando se comparte la sexualidad, es conveniente afecto, respeto, amor,
confianza, permitirnos sentir y gozar, ocuparnos de nosotros mismos y del otro.
Que tengas un buen diálogo…
Autora: Raquel Valdazo, Psicóloga Especialista en Terapia Sexual y Terapia de Pareja. E-mail: sentirescis@gmail.com; Tfno.: 633311168.
Autora: Raquel Valdazo, Psicóloga Especialista en Terapia Sexual y Terapia de Pareja. E-mail: sentirescis@gmail.com; Tfno.: 633311168.
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